Desde que todo esto comenzó he sentido un vaivén de emociones, a veces la nostalgia me inmovilizó, el encierro me refrenó, el tiempo me desinhibió y entre una cosa y la otra encontré el camino de la realización de algunas tareas pendientes, que la velocidad que les ponía a mis días siempre arrastró consigo. Hoy tengo la sensación de que en algún momento el tiempo se ha detenido. Aún tengo en mi memoria las salidas nocturnas con mi esposo, el tomarme un café con una amiga, las celebraciones de cumpleaños, los encuentros de prensa, algunas que otras inauguraciones, las reuniones familiares o de comunidad, las fiestas con orquestas en vivo, los almuerzos fuera, los viajes a la playa, el campo o a la casa de algún familiar, pero los encuentros que más extraño eran los que se daban sin planificar, que surgían de la nada, donde almas fiesteras encontraban razones suficientes para juntarse a crear historias llenas de ocurrencias, alegría, anécdotas y júbilo… Nunca faltó una guitarra, gente dispuesta para un buen coro, ni los tragos sociales ¡Éramos felices, pero no lo sabíamos!
Pandemia
Tenía que llegar, así de golpe e interrumpirnos la vida, las agendas y los compromisos para provocarnos un “stop” involuntario que nos aterrizara y nos enfrentara a nosotros mismos, eso solo podía venir a través de una pandemia… Entonces, así y solo así, soltamos el acelerador que nos guiaba la vida, cual corredor veloz en un “Grand Prix”. De pronto entendimos, que, tal vez, no dedicábamos ni la energía necesaria, ni el tiempo verdadero a lo efectivamente valioso que tenemos en la vida y aunque luchamos con el dramático cambio, solo así podíamos pensar que no habíamos abrazado lo suficiente, ni nos habíamos detenido a decirles a cada persona lo que significan, mucho menos a cuidarnos nosotros mismos. Nos faltaba espacio para decirnos un «te quiero», para apreciar las pequeñas grandes cosas de nuestra existencia, en la que a veces no reparamos o nos confundimos en solo querer tener y nos olvidamos de ser…
Tiempo de vivir
No hablo de todo esto bajo el llano, ni el lamento de un corazón arruinado, no soy de ese tipo de personas, lo digo empoderada, clara y firme, aceptando nuestra nueva realidad. Veo esto como una gran oportunidad para abrir el alma a un nuevo entorno, con mayor claridad y sabiendo priorizar nuestras necesidades. Es un nuevo comienzo, que nació cuando tuvimos que poner en pausa todas las actividades con las que frenéticamente llenábamos nuestros días y cotidianamente nuestra agenda, es lo ideal, que acatando el llamado de nuestras autoridades que nos convidan a manejarnos dentro de una «nueva normalidad», tomemos conciencia, y con más ímpetu que nunca tomemos el control de nuestra existencia, sobre todo identificando lo que no queremos en nuestras vidas, personas, trabajo, lugares, parejas, acciones y conductas… ¡Es tiempo de vivir! Tal vez hayas perdido muchas cosas en estos días, seres queridos, trabajo o pareja, pero te tienes a ti, y eso es suficiente para que arranques a vivir tus más grandes sueños.
¡Con el favor de Dios nos leemos la próxima semana!
Puedes leer: A partir de junio RD estrena nuevo billete de 500 pesos